La simplicidad es la sofisticación definitiva. (Leonardo Da Vinci)
Las personas tendemos a complicar las cosas por que nos gusta pensar que entender algo que es difícil nos brindara algún tipo de valor adicional en nuestras vidas. La simplicidad consiste en solo concentrarnos en las partes fundamentales que generan algún valor sobre ese ente y obviar aquellas menos importantes.
Vuelta a los orígenes. A la sencillez. A saber qué hacemos y por qué lo hacemos. Entender las auténticas necesidades y anhelos de nuestros consumidores y estar atentos a escuchar lo que nos dicen.
El problema de las empresas es que llega un momento donde se pretende saber qué quiere el consumidor sin realmente entender las razones de sus necesidades.
Este podría ser un claro ejemplo de lo que Lewitt llamó Marketing Myopia. Al tomar nuestras decisiones en función de lo que creemos que nuestros consumidores quieren, acabamos generando frustración en ellos y abandonan nuestra marca.
En uno de los libros más interesantes sobre retailing (Inside the mind of the shopper – H. Sorensen) ya comentaba que en un experimento realizado en Wall-Mart habían detectado que cuando un cliente entra en una tienda y encuentra lo que está buscando en menos de 1 minuto, su estancia y su gasto en la tienda aumenta en relación con otros puntos de venta en los que el consumidor tiene que buscar lo que desea. Y la base de este concepto es nuevamente la sencillez y la claridad.
Todos hemos tenido la desastrosa experiencia de ir a una tienda y buscar durante varios minutos sin que nada ni nadie nos ayude a encontrar lo que buscamos. En ese momento nos agobiamos, nos enfadamos y salimos corriendo de la tienda. Hoy, gracias a la capacidad que tenemos de saber exactamente qué busca un cliente, está en nuestra mano facilitar y reducir “el ruido” que genera en nuestros consumidores la incertidumbre de saber si encontrará lo que desea.
Con lo que podemos centrarnos en:
1.- La obsesión por el detalle como un elemento clave en el desarrollo de la experiencia del cliente con la marca.
2.- Priorizar la máxima sencillez. En cada etapa del proceso de contacto con el cliente. Si algo es ornamental o sobra, hay que eliminarlo. Si aporta un valor, se potencia.
3.- Nuestros clientes solo captan lo esencial del negocio, diferencie su negocio, producto o servicio simplemente con lo que le aporta valor en la mente de su consumidor.
Las personas tendemos a complicar las cosas por que nos gusta pensar que entender algo que es difícil nos brindara algún tipo de valor adicional en nuestras vidas. La simplicidad consiste en solo concentrarnos en las partes fundamentales que generan algún valor sobre ese ente y obviar aquellas menos importantes.
Vuelta a los orígenes. A la sencillez. A saber qué hacemos y por qué lo hacemos. Entender las auténticas necesidades y anhelos de nuestros consumidores y estar atentos a escuchar lo que nos dicen.
El problema de las empresas es que llega un momento donde se pretende saber qué quiere el consumidor sin realmente entender las razones de sus necesidades.
Este podría ser un claro ejemplo de lo que Lewitt llamó Marketing Myopia. Al tomar nuestras decisiones en función de lo que creemos que nuestros consumidores quieren, acabamos generando frustración en ellos y abandonan nuestra marca.
En uno de los libros más interesantes sobre retailing (Inside the mind of the shopper – H. Sorensen) ya comentaba que en un experimento realizado en Wall-Mart habían detectado que cuando un cliente entra en una tienda y encuentra lo que está buscando en menos de 1 minuto, su estancia y su gasto en la tienda aumenta en relación con otros puntos de venta en los que el consumidor tiene que buscar lo que desea. Y la base de este concepto es nuevamente la sencillez y la claridad.
Todos hemos tenido la desastrosa experiencia de ir a una tienda y buscar durante varios minutos sin que nada ni nadie nos ayude a encontrar lo que buscamos. En ese momento nos agobiamos, nos enfadamos y salimos corriendo de la tienda. Hoy, gracias a la capacidad que tenemos de saber exactamente qué busca un cliente, está en nuestra mano facilitar y reducir “el ruido” que genera en nuestros consumidores la incertidumbre de saber si encontrará lo que desea.
Con lo que podemos centrarnos en:
1.- La obsesión por el detalle como un elemento clave en el desarrollo de la experiencia del cliente con la marca.
2.- Priorizar la máxima sencillez. En cada etapa del proceso de contacto con el cliente. Si algo es ornamental o sobra, hay que eliminarlo. Si aporta un valor, se potencia.
3.- Nuestros clientes solo captan lo esencial del negocio, diferencie su negocio, producto o servicio simplemente con lo que le aporta valor en la mente de su consumidor.
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