PENSAR A LARGO PLAZO


“La planificación a largo plazo no es pensar en decisiones futuras, sino en el futuro de las decisiones presentes” PETER DRUCKER


Un disparador de la última crisis económica fue el frenesí por los resultados a corto plazo. Como si se avecinara el fin del mundo, fondos de inversión y empresas buscaban grandes beneficios en un tiempo récord, mientras las familias se endeudaban para realizar cuanto antes compras inmobiliarias y viajes. Los consumidores no quisieron esperar a adquirir lo que no podían permitirse, y los bancos no podían esperar a engrosar su actividad, aunque fuera a costa de prestar dinero a quien difícilmente podría devolverlo.

En este escenario de prisas e histeria, tras el estallido de la burbuja, los que gestionaron sus recursos de forma prudente y planificada son los que hoy se encuentran en mejor posición. Curiosamente, hace medio siglo el psicólogo austriaco Ealter Mishel ya demostró que los niños capaces de aplazar las recompensas obtenían resultados académicos más brillantes, a medio plazo, empleos mejor remunerados. El experimento, citado posteriormente por Goleman, consistía en dar a un niño de cuatro años una golosina, que se convertiría en dos si era capaz de esperar 15 minutos a comerla. Es decir, se hacía elegir al niño entre el consumo inmediato y la inversión.

Solo uno de cada tres optó por esta segunda opción, pero el seguimiento realizado años después arrojó que esa minoría logró mucho más éxito en su carrera profesional que los otros dos tercios. El mensaje está claro: la paciencia y la capacidad de espera tienen un premio superior a la gratificación inmediata.

El profesor de Harvard y asesor político Edward Banfield estudió, ya a finales de los sesenta, por qué algunas personas alcanzaban sus objetivos mientras que otras no lo conseguían. Esperaba que la formación, el coeficiente intelectual, la familia y los contactos fueran los elementos clave para explicar los logros, pero no fue así. Para su sorpresa, averiguó que había un ingrediente esencial en todas las historias de éxito; la perspectiva del tiempo, es decir, la capacidad de una persona para proyectarse hacia el futuro al tomar las decisiones del presente.

Como bien saben los corredores de maratones o los novelistas, no es fácil mantener el ánimo a lo largo de todo el trayecto. Tendremos que hacer frente a tentaciones inmediatas, a la pereza, al cansancio y al desánimo, ya que habrá momentos duros que invitan a arrojar la toalla.

En su libro “maestros del largo recorrido”, T.S. BATEMAN Y Bruce Barry sostienen que la autorregulación es esencial para cualquier plan ambicioso. Si nos proponemos mejorar nuestra forma física, sanear nuestra economía o cualquier otra meta que necesite tiempo, es necesario:

No perder el foco en las acciones dirigidas al gran objetivo. Saber por qué lo hacemos es un acicate esencial.

• Controlar las emociones
, ya que pueden erosionar hasta el propósito más firme.

Aceptar cada fracaso como una base para la mejora. Además de incorporar estos instrumentos a nuestro navegador personal, veamos qué recomiendan los especialistas en planificación para una larga y fructífera travesía.

Definir nuestros objetivos en cada tramo. La pregunta que nos han hecho a veces como un juego, ¿cómo te imaginas de aquí a diez años?, es de lo más trascendente, ya que antes de realizar algo grande debemos concretarlo. Para ello es útil trazar cómo desearíamos que fuera nuestra vida de aquí a un año, a cinco, a diez, a veinte incluso…, como un mapa para no perder la orientación.

Clarificar los itinerarios. Una vez sabemos lo que queremos lograr en cada etapa, hay que desarrollar planes específicos. Si anhelamos un cambio de profesión, debernos formarnos cuanto antes. Si se trata de una mejora económica o de salud, hay que cambiar nuestros hábitos desde ahora mismo.

Establecer prioridades. No podemos atender objetivos secundarios y pasar por alto el principal. Por eso en nuestro mapa debemos fijar, día a día y semana a semana, cuáles son las metas esenciales a cumplir. Si luego sobra tiempo, ya añadiremos otros objetivos suplementarios.

Prevenir los peores escenarios. En todo plan a largo plazo van a surgir contratiempos que pueden frenarnos, a no ser que los hayamos previsto y estemos preparados para hacerles frente. Por eso es importante, como decía Delacroix, “desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere”.

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